Soy Ana, una joven trabajadora social que vive y respira por ayudar a los demás. Esta es una vocación que mi madre me inculcó durante toda mi vida, por lo que para mí no es una obligación, sino que lo hago con todo el amor del mundo. Sin embargo, una vez me ocurrió una situación particular y es que un día me cogió en el parque.
Debido a que mi trabajo ocupa el 100 % de mi tiempo, no tengo oportunidad de conocer personas y realmente es muy difícil para mí que alguien se interese en comenzar una relación amorosa conmigo.
En aquel entonces hacía más de dos años en que ningún pene visitaba mi vagina. De hecho, mis amigas bromeaban con eso diciendo que próximamente aparecerían telarañas allí abajo.
Un día como todos, en los que estaba repartiendo insumos de primera necesidad en uno de los parques de la ciudad a las personas en situación de calle, conocí a Andrés. Este era un chico joven extranjero, al que la vida había tratado muy mal y a causa de una depresión severa terminó viviendo en las calles de la ciudad.
Él me contó su historia y decidí ayudarlo. Le traje ropa nueva que había sido donada por algunos benefactores, le di comida, conseguí un lugar para que bañara y una peluquería donde lo afeitaran. Después de todo esto, el hombre que había conocido se convirtió en un apuesto chico cabello castaño, ojos azules y un cuerpo muy atractivo.
Le di mis datos de contacto y le pedí que no se perdiera, ya que lo ayudaría a conseguir un trabajo y a ver a un psicólogo.
Me cogió un vagabundo con el pene más grande que he visto
Una de las cosas que noté inmediatamente de Andrés es que entre sus piernas se marcaba un enorme bulto y muchas veces estuve tentada a tocarlo. Pero obviamente, por profesionalidad no debo hacer ese tipo de cosas.
Cuando llegué a casa ese día, no podía sacar de mi mente esa polla, imaginaba su tamaño e incluso pensaba en lo deliciosa que debía sentirse dentro de mi vagina.
Mi coño se humedeció mucho. Me quité la ropa y me metí a la ducha para que se me bajara toda esa calentura, pero nada podía apagar las ganas que tenía de que Andrés me metiera su polla.
Mientras me bañaba me empecé a masturbar gritando su nombre. Introduje los dedos en mi vagina y luego la ducha de mano. Nunca nadie me había hecho poner tan puta, menos un vagabundo.
Luego de unos minutos alcancé un orgasmo, pero todavía no era suficiente para mí y en un arranque de locura, sin importar que era casi medianoche, salí al parque a buscar la polla de mi vagabundo.
Al llegar allí lo encontré en una parte oscura del parque durmiendo, estaba arreglado y limpio como yo lo había dejado hacía apenas un par de horas. Me agaché a acariciarlo y se despertó, cuando me vio se asombró, pero cuando comencé a decirle lo mucho que anhelaba su pito me silenció con un beso apasionado.
En mi mente me decía que mis amigas no me creerían cuando les contara que un vagabundo me cogió en el parque, dirían que estoy loca.
Cuando me cogió el vagabundo en el parque fue la noche de sexo más loca de mi vida
Nos quitamos la ropa y mi ágil sin mediar palabras Andrés metió su cabeza entre mis piernas para comerse mi coño. Lo hacía demasiado delicioso, tanto que no pude evitar gemir de placer muy fuerte.
Hacía mucho que nadie besaba mis labios de allí abajo, por lo que me corrí demasiado rápido y todos mis fluidos se regaron por la cara de Andrés.
Sin embargo, todavía estaba demasiado excitada, quería que mi vagabundo me diera todo el sexo que no había tenido por dos años. Al ver su polla enorme y gruesa tan dura me levanté y rápidamente la introduje en mi boca.
Me esforcé en mamarle bien el pito al vagabundo que me cogió en el parque, porque él lo hizo muy bien y tenía que pagarle igual. Me lo comí todito, ese pene era tan grande que llegaba hasta mi garganta y me atragantaba con él. Le chupé sus bolas recién afeitadas y estaban deliciosas. Mientras hacía esto, Andrés gemía como un chiquillo de tanto placer que estaba sintiendo. Lo hice correrse con mi boca y toda su leche calló en mi boca y me la tragué sin pensarlo.
Me sorprendí de que su verga no se puso suavecita, sino que quería más acción. Por eso me puse en cuatro patas para que la introduciera en mi vagina. Él me tomó por el cabello, como si fueran riendas de un caballo y empezó a galopar sobre mí, encartándome su pene con una fuerza excitante.
Mi vagabundo me destrozó el culo cuando me cogió en el parque
Yo gritaba como una verdadera puta y él parecía disfrutarlo. De un momento a otro y sin previo aviso, me metió esa gigantesca polla por el culo, haciendo que gritara muy fuerte de dolor y placer. Eso parecía que lo excitaba mucho, porque mientras más fuerte gritara más duro me cogió en el parque mi vagabundo por el culo.
No paró de hacerlo hasta que toda su leche quedó dentro de mí y se escurrió entre mis piernas. En ese momento me di cuenta de que no estábamos solos, pues había otros vagabundos en el mismo lugar, pero por la oscuridad no había podido verlos cuando llegué. Casi muero de vergüenza, Andrés por otro lado, casi muere pero de risa, burlándose de mí.
Tomé mi ropa, me vestí rápidamente y salí corriendo hasta mi casa.
Ya se me había pasado la calentura y la locura que no me había dejado pensar con claridad antes de irme hasta aquel sitio. Me acosté a dormir y al día siguiente fui a un laboratorio a hacerme unas pruebas, quería asegurarme de no haber contraído ninguna enfermedad por ese arrebato. Afortunadamente nada salió positivo.