Yo soy una chica a la que le gusta experimentar cosas nuevas y conocer lugares poco convencionales como ruinas antiguas y desiertos. Mi nombre es Mónica, tengo 25 años y soy una chica con fuego en la totona, me fascina tener sexo en lugares inesperados y al aire libre. Fue a una aventura en una provincia peruana y unos indios cachondos estaban locos por llenarme la vagina de su exquisita leche salvaje.
Muchas personas se preguntan que, si estoy loca, piensan que soy enferma porque me gusta vivir en la naturaleza con tribus desconocidas y retirarme del mundo. Pero, sinceramente me siento muy bien cuando veo a esos aborígenes realizando trabajos forzosos y con brazos inmensos, porque me siento en mi hábitat natural.
A veces pienso que en mi vida pasada fui una india adicta al sexo, porque quería que todos esos indios me cogieran muy duro por todas partes.
Me gradué de la universidad a los 22 años y desde entonces empecé a vivir la vida como me diera la gana. Desde pequeña siempre tuve el sueño de ser fotógrafa, entonces, compré mi cámara y empecé a hacer lo que amaba. Tomar fotografías era uno de mis pasatiempos preferidos, además, tomaba proyectos personales en los que hacía excursiones para fotografiar a la naturaleza.
En todas las vacaciones tomaba la iniciativa de abrirme a la aventura y conocer culturas nuevas e implementar sus estilos de vida durante un tiempo. Por eso, decidí irme a de viaje a una provincia de Perú donde habita una raza de indios cachondos que son bastante fuertes y tienen unas costumbres muy interesantes.
Preparé todo en el trabajo para pasar aproximadamente 2 semanas viviendo en comunidad con esos indios y empezar a disfrutar de las bellezas que tiene la vida de campo.
Iba a empezar mi viaje en búsqueda del placer y la lujuria salvaje
Ya estaba lista para empezar a disfrutar mi nueva aventura, me sentía como Lady Speed Stick a punto de empezar a vivir experiencias inolvidables junto a los indios de la tribu peruana. Ya había llagado a una e esas chozas y estaba hablando con el cacique del lugar, llegamos a un acuerdo y me dijo que no tenia problema alguno con mi presencia y podría quedarme el tiempo que yo quisiera.
Pero, solamente había una condición picante, yo tenía que ser como la pequeña puta de toda la tribu y tendría que hacer que todos disfrutaran de mi exquisito y sensual cuerpo. Yo no tenia muchos inconvenientes con eso, de hecho, amaba la idea de poder sentir todos esos penes de aborígenes en mi vagina y en mi culo.
Era como vivir un sueño hecho realidad, iba a estar disfrutando de esta nueva cultura, además, iba a poder saborear todos los penes de las tribus que quisiera. Entonces entre a el lugar y empecé a conocer su cultura, su comida, las cosas que hacían a diario y me la pasaba viendo a todos esos indios cazar y haciendo trabajos forzosos.
Luego fui conociendo mucho acerca de su rutina, los ayudaba a hacer algunas cosas y me la pasaba fotografiando cada momento que me pareciera interesante en el día a día. Era muy rico estar en ese lugar, cuando llegó la noche me puse a conversar con un indio que me llamaba mucho la atención, era muy apuesto y tenia un gigantesco pene debajo de su wayuco.
Unos indios cachondos querían que fuera su puta y yo estaba dispuesta a cumplir todas sus peticiones
Él no hablaba mucho español, yo entendía lo que decía a medias, pero si se expresaba bien con gestos, él estaba ansioso por saborearme la totona. Esos indios cachondos estaban muy alocados con mi inesperada llegada, había mucho tiempo que no llegaba una mujer allí y se notaba, en ese momento el indio con el que estaba empezó a azotarme y me colocó contra la pared y me arrancó la ropa.
Yo estaba muy excitada, me agarró como si fuera una muñequita de trapo y estaba asombrada con toda la fuerza que tenia el pene de ese hombre. Se levantó de un segundo a otro y era muy intenso, le encantaba pegar gritos en su lengua mientras me cogía muy duro por la vagina. Estábamos teniendo sexo salvaje y todo se sentía demasiado exquisito, no podía creer que me estaba cogiendo un indio.
No obstante, eso era solo el inicio, luego llegaron otros 2 indios cachondos que estaban muy excitados y se desnudaron frente a mí. Luego uno me empezó a coger por el culo mientras el indio rico me estaba azotando por la vagina y el otro indio estaba tocándome las tetas y basándome. Todos estaban muy alegres hablando en su lengua muchas cosas que no entendía, espero que hayan sido insultos de perra porque eso me excita.
En ese momento mi cuerpo y mi mente se juntaron, estaba en un viaje astral de penes indígenas, estaba eufórica de tanto pene. me fascinaba sentir dolor y placer al mismo tiempo, la vagina estaba chorreando fluidos y mis tetas estaban hinchadas, ya que, el ultimo indio estaba empezando a modernas fuertemente mientras me repercutaban por ambos orificios.
Los indios cachondos de la tribu eran los caciques de mi panocha y deseaba que a cada rato me cogieran en grupo
Era la puta de la tribu y estaba muy feliz por eso, me daban ganas de quedarme por todo un año siendo la pequeña puta de todos esos hombres aborígenes de la naturaleza, Esos indios cachondos amaban cogerme en grupo. Luego cambiaron de roles, el indio que estaba besándome hace rato estaba amotinado y quería violarme por el culo, empezó a gritar al cielo y saco un cuerno que tenía guardada y lo sonó, de repente todo el mundo salió de sus chozas y fueron al lugar donde estábamos.
Luego, empezó a cogerme durísimo por el culo como si su pene fuera un martillo percutor taladrando mi asterisco. Esta cogida era todo un ritual, todo el mundo estaba observando como me cogía por el culo ese espécimen, andaba gritando y dándome azotes. Después, me acabo en el culo botando torrenciales chorros de leche.
Quedé desmayada de tanto azote y me desperté al día siguiente ene los brazos de 5 indios cachondos, podría acostumbrarme a esta vida llena de placeres.