Estaba acostada viendo televisión después de una larga jornada de trabajo. Vi la pantalla de mi celular y me di cuenta de que eran las 10:57 pm. Con mis ojos entreabiertos, trataba de concentrarme en una monótona serie televisiva para tratar de olvidar todo el estrés que me agobiaba.
A través de mi ventana, podía ver las gotas de lluvia que estaban empezando a caer, tal como lo había anunciado el servicio meteorológico. Apagué el televisor y me dispuse a dormir porque al siguiente día tendría otra ajetreada rutina como de costumbre.
La habitación quedó en la oscuridad y de vez en cuando era alumbrada por los rayos que aparecían en el cielo. Este escenario me hizo recordar la vez en que tuve sexo en una noche de tormenta similar, con quien creí que era el amor de mi vida.
Sin darme cuenta, una lágrima rodó por mi mejilla, tal vez era la nostalgia o tal vez era la sensación de que otra vez había fracasado en el amor.
Esos sentimientos se vieron interrumpidos por la notificación de un mensaje en mi teléfono ¿Quién podría ser a esta hora? ¿Será una emergencia? Casi era medianoche y por lo general, nadie me contacta después del trabajo.
Los recuerdos de sexo en una noche de tormenta se hicieron tangibles
- Sal, estoy afuera. Era el mensaje que había estado esperando desde hace meses. Mi ex, el amor de mi vida, había recordado mi existencia.
Me asomé por la ventana y vi su auto estacionado. Llovía muy fuerte, así que le respondí que entrara a la casa.
Cuando abrí la puerta, mis piernas temblaron. Allí estaba, frente a frente, con el hombre que me había arruinado la vida, al que le di todo mi amor y terminó engañándome con mi mejor amiga.
Estuvimos mirándonos por un par de minutos sin decir nada, hasta que el llanto se apoderó de mí y él se acercó para abrazarme fuerte.
No me pude resistir a su tacto cálido. Cuando puse mi cara contra su pecho, recordé lo feliz que me hacía y la manera tan única en que me hacía el amor. Por un momento olvidé todo lo malo y me abalancé a su boca para probar sus labios.
Todavía no mediábamos palabras. Él correspondió a mi beso y con mucha pasión mantuvimos los labios juntos, mientras nuestras lenguas luchaban por el dominio de la otra.
Mi mente solo pensaba en que quería volverlo a sentir dentro de mí y quería volver a revivir esas veces de sexo en una noche de tormenta.
- Te… viene a… buscar… porque… Tartamudeó entre mis besos, pero no lo dejé terminar.
Lo arrastré hasta mi cama, entre besos, mordiscos, lamidas y gemidos. También lo ayudé a desvestirse en el camino.
Sexo en una noche para revivir el pasado
Su cuerpo cayó sobre el mío en la cama y su piel desnuda frotaba a la mía. Su pene estaba erecto, tan duro y grueso como lo recordaba. Por otro lado, mi vagina estaba tan húmeda y palpitante que se dilataba cada vez más con los toques de sus dedos.
Él bajó desde mis labios, pasando por le pecho y el abdomen entre besos, hasta llegar a mi coño, el cual había afeitado la noche anterior, así que estaba tan suave como a él le encantaba.
Con la delicadeza del pasado, hizo que abriera las piernas para enterrar su cabeza entre ellas, para luego posar su habilidosa lengua justo en mi clítoris.
Las maniobras de su boca con el sexo oral son indescriptibles. Sus lamidas y succiones provocaban que mis caderas se retorcieran de placer y que fuertes gemidos salieran de mi boca sin esfuerzo.
Hacía tanto tiempo que no sentía este placer que fue inevitable alcanzar el orgasmo con el sexo oral que me estaba dando. Mis líquidos se vaciaron por toda la cama y un poco había mojado su abundante, pero corta barba. Había sucedido tal como las otras veces de sexo en una noche de tormenta.
Pronto me giró boca abajo, pidiendo que levantara mi trasero. Él se puso detrás de mi y dio un par de palmadas a mis nalgas, alternando con masajes en las que las amasaba y apretaba.
De un momento a otro, se abrió paso entre ellas para dejar entrar su pene en mi vagina.
Mi ex vino a tener sexo en una noche… pero me llevé una sorpresa
Su pene entró en mi vagina dilatada y extremadamente húmeda. La corriente de placer que eso generó dentro de mí, causó que mi espalda se arqueara y que mi mano automáticamente fuera a acariciar mi clítoris.
Él comenzó a follarme y me encantaba que usaba sus manos para sostener mis nalgas como si no pudiera dejar de tocarlas. Metió y sacó su pito tantas veces como quiso y yo gritaba de placer mientras lo hacía.
- Joder, Antoni, métela más duro. Le dije queriendo que su verga tocara lo más profundo de mis paredes vaginales.
Mi ex correspondió a mi petición y aumentó la fuerza con la que su pito chocaba contra el fondo de mi vagina. La cama crujía y yo estaba poco preocupada de lo que pudieran pensar los vecinos.
- Quiero acabar mirando tus tetas, voltea. Me dijo.
Me acomodé boca arriba, con los pies apuntando hacia el techo. Él volvió a meter su polla y sentí cómo su ritmo se empezó a hacer más salvaje.
Supe que era el momento, su semen saldría a chorros y él sacaría el pene y se acomodaría para que las gotas cayeran sobre mis tetas. Así siempre le gustó.
Después de todo el trabajo se puso a mi lado y fue cuando aproveché para preguntarle sobre el motivo de su visita.
- Solo… quería hablar contigo, para sanar tus heridas y olvidar los rencores. Me voy a casar el mes que viene con Charlotte. Me dijo con un tono nervioso.
En aquel momento mi mundo volvió a derrumbarse. No lo volví a ver, ni volvimos a hablar después de eso.