Mi tía y yo… Tuvimos sexo.
Mi mejor amiga siempre ha sido mi tía y hemos hecho muchas cosas juntas desde que soy una niña. Ella es una mujer hermosa, es cariñosa, inteligente y sabe entender a las personas. Para mí, ha sido un ejemplo a seguir y he tratado de imitarla en todo.
Cuando mi madre murió tuve que mudarme a su casa porque no contaba con nadie más, yo era adulta y estaba en la universidad, pero como mi madre se hacía cargo de mis gastos, necesitaba un tiempo para estabilizarme económicamente.
Mi tía me ofreció su casa y su ayuda. Ella era una mujer soltera y joven, así que no dudé en ir a su casa, porque seguramente la pasaríamos bien.
Yo estaba pasando por un momento bastante difícil y necesitaba desahogarme. Se lo conté a mi tía y ella propuso que abriéramos una botella de vino y bebiéramos mientras le contaba mis penas.
Mi tía y yo comenzamos a beber y hablamos de todo un poco, en ese momento le conté mi incertidumbre sobre mi gusto por las mujeres u hombres. Mis gustos no estaban definidos todavía, a veces me atraían chicas y a veces los chicos y eso me causaba muchos conflictos internos.
Ella me escuchó atentamente y me supo dar buenos consejos para enfrentar todos esos sentimientos. Sin embargo, también me aconsejó algo que me dejó impactada: me dijo que la única manera de saber si me gustaban las chicas era estando con una de ellas. La parte más descabellada de todo, fue que me propuso que probara con ella, ya que también tenía la curiosidad de tener sexo con una mujer.
Mi tía y yo tuvimos sexo
Pusimos música romántica para ambientar la situación y sin saber cómo de un momento a otro mi tía y yo estábamos acostadas desnudas una al lado de la otra en su cama.
Mi tía se acercó a mí lentamente y con inseguridad, para darme un exótico beso francés, uno de esos que solo se dan los amantes apasionados. Por supuesto, acepté y correspondí a su beso. Nunca me había sentido tan lesbiana antes.
Sentí una sensación extraña, que después identifiqué claramente: era lujuria.
Sus dedos suaves estaban tocando mi clítoris y eso se sentía indescriptiblemente placentero. Estaba sintiéndome demasiado bien, pero al mismo tiempo me sentí culpable porque eso no estaba bien, esa mujer, era la hermana de mi madre. Entonces retrocedí y me senté en la orilla de la cama.
Cariño, no retrocedas, todo está bien. Me dijo al oído susurrando y aprovechó para besarme el cuello. Su aliento caliente me hizo exaltar y olvidé los prejuicios. Volví a tumbarme sobre la cama. Ella se subió encima de mí y deslizó sus labios desde mi boca hasta mis pezones.
Oh, sí tía. Chupa mis tetas, son todas tuyas. Le dije gimiendo.
Cariño, sigue disfrutando, no te detengas o siempre te arrepentirás. Me dijo mi tía con su voz atrevida.
Volví a retroceder, mi mente me gritaba que eso no estaba bien, por lo cual me levanté de la cama y caminé hacia la puerta.
Ella me tomó por un brazo para darme la vuelta. Luego, me presionó contra la puerta con su hermoso cuerpo desnudo.
Dime que no lo deseas tanto como yo. Ella estaba frenética y llena de lujuria.
Nadie me ha follado como lo hizo mi tía
Mi mente no quería, pero mi cuerpo sí. Me dejé llevar nuevamente por sus besos y caricias, así que terminé en la cama con ella encima otra vez.
Ella deslizaba sus labios dando besos por todo mi cuerpo y cuando estaba acercándose a la parte baja de mis caderas, yo ya estaba explotando de placer.
Mi coño estaba excesivamente húmedo y lubricó aún más cuando ella posó su boca sobre mi clítoris. Sus labios suaves estaban sobre los míos, su aliento cálido se sentía muy bien. Ella sabía cómo lamer el coño de una chica, porque era una chica. Lamía perfectamente bien, succionaba con una fuerza ideal y soltaba en el momento justo. Además, no dejó de ser tierna y cariñosa mientras lo hacía.
Entre gemidos le pedí que pusiera su coño en mi cara, para que pudiéramos darnos placer mutuamente y pudiéramos llegar al clímax al mismo tiempo. Así lo hizo y ahí estábamos las dos, moviendo nuestras lenguas hábilmente para tratar de complacer a nuestra amante. Fricción dábamos y fricción recibimos.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que nuestras vaginas explotaran los jugos que solo fabrica un orgasmo. Nuestras caderas se arquearon y la una apoyaba firmemente el coño sobre la cabeza de la otra.
Yo me bañé con sus jugos, ella se bañó con los míos. Todo sucedió de un modo tan sincronizado, tan perfecto.
Mi tía y yo nos convertimos en amantes
Aunque el mundo no lo sabe, desde que vine a vivir con mi tía me convertí en su amante, ella me ama y yo la amo, mi tía y yo fuimos creadas la una para la otra.
Por supuesto, probamos penes de vez en cuando, pero el placer que una le da a la otra no lo podemos conseguir en ningún hombre.
Una vez invitamos a un chico para formar un trío, estuvimos buscando otras maneras de pasarla bien, sin prescindir la una de la otra. Sin embargo, nuestro amante se enojó y terminó yéndose porque se dio cuenta de que, en realidad, él no era necesario.
Lamentablemente, este chico pagó su enojo de la peor manera, se encargó de vociferar nuestro gran secreto, ahora todo el mundo habla a nuestras espaldas por la relación incestuosa que llevamos mi tía y yo, pero… ¿Acaso es malo haber encontrado la felicidad en manos de alguien que ha estado conmigo durante toda mi vida? Tal vez sí lo sea, lo cierto es que no me apartaré de ella por prejuicios tontos y medievales.