¿Sexo atada? Lo mejor de lo mejor…
Después de un par de años soltera, decidí empezar una relación con Miguel, un chico de la universidad con el que tuve química desde el primer momento. Fue con él que tuve mi primera vez de sexo atada a la cama.
Miguel es un chico rudo, con fama de mujeriego. Él es ese típico chico que rompe corazones, va en motocicleta, vistiendo una chaqueta de cuero. Lo rodea un aura oscura y misteriosa que me hipnotizó desde que lo conocí.
Apenas pasaron un par de semanas desde que nos presentaron y ya estábamos saliendo por las noches. En una de estas salidas, él me llevó a un bar, tomamos cerveza y luego de unos besos por aquí y por allá, estaba lista para ser follada por mi hombre.
Miguel me llevó a su departamento. Era un sitio pequeño y estaba en un edificio en pleno suburbio de la ciudad.
Bajamos de la motocicleta y como un par de adolescentes urgidos por sexo, entramos mientras que nos besábamos frenéticamente por todo el camino hasta su puerta.
Apenas llegamos y comenzamos a desvestirnos, estábamos ansiosos por probarnos el uno al otro, era algo que habíamos estado esperando desde que nos vimos por primera vez.
Él era muy rudo y esperaba que esta velada de sexo fuera tal como su personalidad, llena de pasión y muy salvaje. Sin embargo, no pensé que esa noche tendría sexo atada a la cama.
Acostada en la cama… Mejor dicho, sexo atada a la cama
Entramos a su departamento y como dos locos comenzamos a desvestirnos. Nuestra ropa salió volando por todas partes y quedamos en ropa interior.
Miguel me tomó por la barbilla y con pasión me lanzó hasta la cama. Mi cuerpo estaba apenas vestido y esperaba que él se acercara a retirar mis bragas con su boca.
- Espera un momento, falta algo importante. Me sorprendí cuando de repente se detuvo y dijo esto.
Buscó algo en sus gavetas y se acercó a mí para tomar uno de mis brazos. Me puso lo que parecía un brazalete atado a una cuerda y me sujetó a la cama. Hizo lo mismo con mi otro brazo y mis tobillos. Yo solo me dejé llevar.
Quedé abierta, parecía una estrella de mar. Miguel se subió encima de mí y con unas tijeras que estaban en la mesita de noche cortó mi sostén para retirarlo de mis tetas.
Él sonreía, mientras que yo estaba atónita, pensando si talvez no había sido buena idea dejarme atar por él con esa mirada frenética.
- Tetas a la vista, tal como me gusta. Me dijo mirando mis pezones, yo solo podía respirar aceleradamente mordiéndome el labio inferior.
- Nunca he tenido sexo atada a la cama. Le dije con voz dulce.
- Para todo hay una primera vez, no te vas a arrepentir. Me dijo con su tono de macho alfa.
Luego se acercó a mí, brindándome un beso largo y profundo que hizo palpitar mi coño, pidiendo a gritos su pene.
Puso una de sus manos entre mis piernas y sintió los líquidos que estaba provocando en mí. Solté un pequeño gemido en su boca y él me sonrió.
- Puedo hacer mi voluntad contigo, así que es mejor que seas un putita que sigue las reglas. Me dijo en tono seductor.
El sexo atada en la cama es mejor que cualquier otro
Su otra mano se deslizó a una de mis tetas, mientas que su boca bajó hasta el otro pezón. Sentir sus mordiscos y el toqué de sus dedos en mi clítoris hizo que dejara escapar algunos gemidos y que arqueara mi espalda por el placer.
Volvió a su cajón, pero esta vez sacó una venda y la puso en mi boca.
- Debes estar callada o los vecinos se incomodarán. Me dijo mi hombre.
Nuevamente, subió sobre mí y continuó con el mismo trabajo que había empezado antes. Jugaba con mis tetas y acariciaba mi vagina con sus manos. Mis gemidos y jadeos ahora eran silenciados y parecía que eso le gustaba.
Su boca se posó por todo mi pecho, chupando, mordiendo y lamiendo. No dejaba un área de piel en paz, sino hasta ver que un moretón oscuro aparecía ¡Mi hombre estaba marcando territorio, me estaba dejando sus marcas!
Los gemidos ahogados no dejaron de salir de mí. Mi espalda se retorcía y mi vagina ya deseaba que me follara.
Miguel fue hasta su refrigerador y sacó una botella de vino espumante. La abrió y vertió un poco sobre mi coño húmedo.
El frío del líquido se sentía muy bien y me excitaba más. Él sonreía y sin despegar sus ojos de mí, se inclinó para tomar un sorbo de su vino directamente desde mí.
Con gran agilidad comenzó a lamer, chupar, morder y besar mi coño. Era muy profesional en su tarea.
Vertió un poco más de su botella y continuó disfrutando. En un momento, se levantó sobre mí y puso más vino, pero esta vez por todo mi cuerpo.
Mi hombre y yo teniendo sexo atada a la cama
Por fin había llegado el momento, mi novio me follaría, metería su pene duro y grueso dentro de mí.
Pero, antes de hacerlo, se acercó y me quito la venda de la boca. Pensé que quería hablar, sin embargo, me volvería a silenciar, pero esta vez metiendo su polla en mi boca.
Era una polla tan grande que cuando la empujaba profundamente sentía que llegaba más allá de mi garganta. Así, estuvo allí follándome por la boca por unos minutos, haciendo que me tragara todo su líquido preseminal.
Ya no soportaba, el sexo atada a la cama es genial, pero también te pone a sufrir. Estaba ansiosa de que metiera su pene en mí.
Él se acomodó en medio de mis piernas, bebió y me dio un trago de su vino y como una bestia comenzó a introducir su pito una y otra vez, tal como lo había estado esperando.
Empujaba con mucha fuerza, profundamente y eso era tan placentero que me hizo gritar muy duro olvidando el tema de los vecinos.
Su ritmo se aceleró y supe que pronto se correría, entonces dejé de detener mi orgasmo y ambos llegamos al clímax exactamente al mismo tiempo.
Pensé que todo había terminado, que me soltaría y que dormiríamos juntos, abrazados, pero no fue así. Miguel tenía mucho más en mente…