El culo de esa mujer me volvía loca

Estoy organizando una fiesta y es la primera vez que la veo. Debe haber venido con uno de mis amigos. En cuanto la veo, sé que tengo que tenerla, sus piernas parecen no tener fin y tiene un culo bonito y respingón. Me acerco a ella y le ronroneo que está preciosa. Sus mejillas se tiñen de carmesí mientras balbucea un gracias y sé que no está acostumbrada a que se le acerquen mujeres.

Me planteo jugar toda la noche, pero decido que la quiero cuanto antes y, además, no estoy de humor para juegos. Me inclino hacia ella, rozándole la mejilla con el pelo, y le susurro al oído que suba conmigo. Se sonroja aún más y tartamudea que «no le va ese rollo». Pero no voy a rendirme tan fácilmente.

El culo de esa mujer me volvía loca

«Venga muñeca, seguro que puedo hacerte cambiar de opinión. Puedes llamarlo tu regalo para mí».

«¿Regalo?»

«Bueno, esta es la fiesta de mi cumpleaños. Tal y como yo lo veo, ni siquiera te conozco y has venido, así que es lo menos que puedes hacer».

Veo que siente curiosidad y tengo razón. Me deja que la coja de la mano y la guíe suavemente escaleras arriba.

Entramos en uno de los dormitorios y giro la llave en la cerradura; parece asustada, pero le aseguro que va a disfrutar. Me acerco a ella, casi temblorosa, le cojo suavemente la cabeza con las manos y la beso en los labios. Al principio suavemente, pero luego con más fuerza cuando ella responde, le muerdo los labios y ella gime en voz baja para sí misma. Lleva una faldita diminuta y aprovecho para meterle la rodilla en el coño; está húmeda y, cuando la aprieto con la rodilla, le gotean jugos por la cara interna del muslo.

Empiezo a desabrocharle la camisa

Me separo de ella y empiezo a desabrocharle la camisa para dejar al descubierto dos pechos perfectos y firmes; ella misma se quita la falda y las bragas y por debajo está completamente depilada y lisa. Yo también me desnudo rápidamente y reanudo los besos apasionados. Nuestros cuerpos se tocan, piel con piel, cálida y lujuriosa.

Al cabo de un rato, la tumbo en la cama y le abro las piernas; al principio sólo le beso la cara interna de los muslos, con delicadeza y suavidad. Ella empieza a gemir, suplicándome que la lama. Me acerco a su clítoris, me lo meto en la boca y lo chupo con suavidad, pero luego con más fuerza. Ella gime, me suplica un poco más. Sigo provocándola, chupando y mordiendo su clítoris. Desciendo hasta su abertura y lamo con cautela el exterior, su jugo me cubre la cara. Muevo la lengua dentro y fuera de su coño, despacio al principio, pero luego rápidamente.

Cuando ya no puede más, hundo la cara en su coño. Mi lengua está muy dentro de ella, follándosela con furia, y ahora gime aún más fuerte. Cojo una mano que me sobra y juego con su clítoris palpitante. Meto la lengua todo lo que puedo y me meto todo su coño en la boca. Ahora grita, quiere correrse. Me detengo, ahora es mi turno.

Bajo mi húmedo coño sobre su cara

Me arrastro por la cama y bajo mi húmedo coño sobre su cara. Le encanta, lame con avidez. Juega con mi clítoris como yo con el suyo, pero yo no quiero eso, quiero correrme. Me muevo y empujo mi coño contra su cara. No puede hacer otra cosa que aguantar, y así lo hace; me folla con la lengua enérgicamente mientras yo me muelo en su cara. Estoy tan caliente que no tardo en llegar al clímax. Estoy gimiendo tan fuerte que hasta me sorprende, su cara está enterrada en mi coño y me encanta, joder. Puedo ver mis jugos brillando por toda su cara. Pero aún no es el momento de correrme.

Me bajo de ella, me acerco al armario, cojo un consolador de doble punta y me vuelvo hacia ella. Parece sorprendida, pero sus ojos bailan con picardía. Se arrodilla en la cama y yo me uno a ella. Examina el consolador; ES grande y parece aprensiva. «Oye, no te preocupes, te va a encantar». Parece un poco menos preocupada y la beso suavemente en la frente.

Le acaricio suavemente el clítoris y luego la follo con los dedos, primero con uno y luego con cuatro. Entonces, sin previo aviso, le meto el consolador en su delicado y frágil coño: Grita, sorprendida. Monto el otro extremo y nos ponemos una frente a la otra, ambas de rodillas, muy cerca. Empezamos a montarlo juntas, le siento la respiración, la sensación de carne caliente me excita aún más. Estamos al unísono, follando el consolador cada vez con más violencia, ambas gemimos fuerte, besándonos de vez en cuando.

Sé que voy a correrme antes que ella, pero también que forma parte del plan. Después de unos minutos, me dejo llevar y el orgasmo me recorre. El jugo me cubre los muslos y la cama. Me bajo y le digo que haga lo mismo. Decido que, como ella está disfrutando tanto, voy a intentar ir un poco más allá.

Vuelvo al armario y esta vez saco un arnés y un poco de lubricante. Ella lo ve y se le va el color de la cara. Empieza a balbucear: «Oh, no, por favor, no estoy segura». La ignoro, le doy la vuelta y le ordeno que se ponga a cuatro patas. Lo hace, «buena chica. Esto puede ser un poco incómodo al principio, pero relájate». Le cubro el culo y el consolador con lubricante. Se estremece de frío. Le meto un dedo en el culo, jadea, lo deslizo hacia dentro y hacia fuera hasta que su culo lo absorbe con facilidad, luego le meto otro y repito el proceso. Su cuerpo se pone menos tenso, la veo visiblemente relajada.

Entonces le pongo el consolador suavemente en el culo, abriéndole las nalgas con las manos. Empujo firme pero suavemente, ella grita débilmente, la oigo jadear. Entonces, se lo meto por el culo, ella respira entrecortadamente, obviamente una mezcla de frustración y miedo. La follo por el culo, despacio al principio, metiendo y sacando el consolador, luego acelero, ella gime y me pide que la folle más fuerte. Obedezco y pronto la follo violentamente mientras sus gritos ahogan cualquier ruido de fondo.

Sus gritos se intensifican a medida que alcanza el clímax, puedo ver las ondas del orgasmo ondulando por todo su cuerpo. Tiembla sin control y me pregunto si conseguirá mantenerse a cuatro patas. Finalmente, el orgasmo cede y ella emite un último gemido cuando el consolador sale de su culo. Se desploma en la cama, completamente satisfecha.

Las dos estamos sudorosas y agotadas, pero la estrecho entre mis brazos para darle un último beso.