Mi primer encuentro contigo. Volé a Australia. Reservaste una habitación de hotel y me recibiste en el aeropuerto internacional de Adelaida. Familiarizado con el aeropuerto ya habías planeado dónde me llevarías y cuando lo harías conmigo. Me saludaste con un beso cuando bajé del avión y me llevaste a un pasillo tranquilo.
Me guiaste hasta una habitación, cerraste la puerta con llave y me ayudaste a tumbarme en una manta que habías tendido. Me dijiste que había pasado demasiado tiempo y que debías tenerme antes de salir del aeropuerto. Intenté resistirme, pero me sujetaste palpándome el coño y las tetas; había cumplido mi promesa de no llevar sujetador ni bragas bajo el vestido.
Cuando te tuve dentro de mí
Me levantaste la falda con la mano que tenías libre y empezaste a meterme los dedos en el coño. Te supliqué que pararas porque estaba muy nerviosa de que alguien nos pillara. Me dijiste que no te importaba una mierda, que tenías que tenerme. Te desabrochaste los pantalones y sacaste la polla. Jadeé de lujuria. Al instante olvidé dónde estábamos. Después de obligarme a ponerme en posición, tu mano introdujo tu polla en mi boca.
Mantuviste mi boca abierta empujando toda tu polla lentamente entre mis labios provocándome arcadas. Suavemente te deslizabas dentro y fuera… dentro y fuera… dentro y fuera. Gemí mientras me metías los dedos en mi húmedo coño mientras me follabas la cara. Sentías que estaba resbaladiza, húmeda y muy excitada.
La sacaste de mi boca y te moviste hacia abajo, ya no me resistí, me quedé tumbada deseándote. Observé sin aliento como colocabas tu polla en la entrada de mi coño, deslizándola lentamente hasta el fondo. Era más de lo que podías soportar, me necesitabas tanto.
Agarrándome por las caderas, clavaste tu polla caliente en mi interior con un golpe casi mortal y amoroso. Grité de éxtasis mientras la sacabas y la metías una y otra vez. Me estaba volviendo loca debajo de ti, mi cuerpo se agitaba salvajemente.
En un santiamén exploté sobre tu polla, volteando debajo de ti como un pez fuera del agua. Luego me desplomé bajo tus pies mientras me penetrabas cada vez con más fuerza. Rindiendo mi cuerpo a tu amoroso asalto, contraje los músculos de mi coño ordeñando tu polla, enloqueciéndote cada vez más. Entonces te pusiste rígido con una última embestida y gruñiste profundamente mientras llenabas mi coño con tu jugo de amor.
Cuando tu respiración volvió a la normalidad, tiraste de mí hacia arriba, prohibiéndome que me limpiara. Querías que tus jugos permanecieran dentro de mi coño hasta que llegáramos al hotel. Recogiendo mi equipaje me llevaste directamente al hotel y me dijiste que no saliera de la habitación.
Iba a ser tu sumisa durante toda mi estancia, me preguntaste si lo había entendido, te miré sorprendida y asentí. Te alegraste, me llevaste a la cama y me acostaste. Amándote y confiando tanto en ti, te permití colocarme como quisieras. Después de quitarme la ropa y ponerme un camisón muy corto, me abriste de par en par.
Abierta de piernas sobre la cama, me vendaste los ojos, lo que aumentó mi expectación. Jadeé nerviosa, pero confié en ti lo suficiente como para que te salieras con la tuya. Cogiste cada brazo y lo ataste a la cama, sin apretar, y luego me ataste las piernas. Seguí sin resistirme. Mi amor por ti era tan profundo que no me importaba lo que me hicieras.
Sentí que algo me hacía cosquillas. Tardé un rato en darme cuenta de que era una pluma. Gemí, me hiciste cosquillas en el coño. Volví a gemir y empujé mis caderas hacia arriba, pero tú seguías provocándome, volviéndome loca. Te supliqué que me follaras. Me dijiste que me callara o me amordazarías, así que cerré la boca.
Te oí acercarte a la nevera
Te oí acercarte a la nevera y me preguntaba qué estarías tramando. Me puse nerviosa. Sentí que te sentabas en la cama a mi lado y me pasabas algo frío por el vientre y alrededor del pecho. Me estremecí cuando lo pasaste por cada pezón.
Volviste a bajar por mi vientre y a lo largo de mi raja, suavemente al principio. A cada manotazo arriba y abajo te adentrabas más y más en mi raja. Cuando rozaste mi clítoris, me sacudí salvajemente sobre mis cuerdas, enloquecida, preguntándome qué era. Sólo te reíste mientras seguías penetrando más y más. Lo colocaste en mi túnel del amor y lo deslizaste lentamente dentro de mí. Estaba tan frío y duro, con pequeñas protuberancias. No sé qué podía ser, pero me volvió loca. Moví lentamente mis caderas follando a este intruso desconocido.
Lo movía dentro y fuera. Sentí como estiraba los labios de mi coño, era tan enorme. En un santiamén estaba explotando sobre este delicioso objeto más intensamente de lo que nunca me había corrido antes. Supongo que el suspense fue demasiado para mí, me desplomé cuando lo sacaste. Me lo pusiste en la boca y me dijiste que lo chupara hasta dejarlo limpio. Me abrí sumisamente permitiendo que lo deslizaras en mi boca, fue entonces cuando me di cuenta de que era un pepino.
Gemí al pensar en el orgasmo
Gemí al pensar en el orgasmo causado por un pepino y la forma en que lo usaste conmigo. La idea me puso muy caliente de nuevo. Podías notar por cómo movía mi cuerpo que ya estaba muy caliente y excitada. Te sentí moverte mientras te girabas hacia la mesita de noche.
Entonces oí un sonido desgarrador, me pregunté qué sería. Algo más estaba siendo deslizado en mi coño. Tenía textura. No tenía ni idea de lo que podía ser. Seguiste deslizándolo más y más hasta que no entró más. Lo sacaste y lo volviste a meter, sentí que era curvo cuando empezaste a follarme con él.
Gemía cada vez más mientras frotabas la curva contra mi clítoris. Volví a suplicarte que me follaras, pero seguiste follándome con el objeto extraño, volviéndome casi loca de pasión. Te inclinaste y empezaste a mordisquear el objeto mientras lo metías y lo sacabas de mi apretado coño. A medida que comías más y más, me sentía a punto de estallar en clímax pero intentaba desesperadamente contenerme.
Acercándote cada vez más a mi coño, tu tierna boca tocó mi clítoris, llevándome al límite. Me sacudí y te follé la cara mientras seguías comiéndomelo hasta el fondo. Cuando terminé de alcanzar el clímax te acercaste y me besaste, el sabor de tus labios me hizo saber que me habían follado con un plátano.
Me desplomé, incapaz de hacer ningún movimiento. Estaba tan agotada que más tarde me quedé profundamente dormida. Me desataste y me dejaste una nota diciendo que volverías por la mañana temprano. Desde el principio supe que tendrías que irte a casa y estar con tu familia por la noche. Te llevaste todos los juguetes a casa, pero sabía que me tendrías otras sorpresas al día siguiente. Tu nota decía que estabas muy emocionada por nuestro encuentro de mañana.
Descansé porque sabía que lo necesitaría. Así que me di la vuelta, reviviendo todo el día y sonreí suavemente mientras me frotaba. Con los ojos caídos por el sueño, sólo pensé en ti, recordando que aún tenías que follarme en la habitación. Intenté imaginarme el día siguiente, pero me quedé dormida.
Me desperté y te encontré en mi habitación abrazándome. Me dejaste ir al baño y me volviste a retirar, no podía esperar a pasar ese nuevo día contigo.